Declaración de la FITS.
La victoria de Trump resalta el fracaso de los sistemas democráticos contemporáneos, la importancia del compromiso de las personas en su futuro y la reafirmación de los roles del trabajo social en el proceso político.
La elección de Donald Trump como Presidente de los Estados Unidos la semana pasada, puso de manifestó el fracaso de los actuales sistemas democráticos. El verdadero ganador fue la cultura del no voto y la alienación de las personas en los sistemas de control que rigen su día a día y su futuro.
Mientras que Donald Trump recibió el 23,7% de los votos y Hillary Clinton 23,8%, una fracción más, el 42,2% de las personas con derecho a votar no participaron en el proceso electoral. Este dato sumado al 7,8% de personas que tenían cancelado o impedido su derecho a voto, supone que el 50% de las personas con capacidad para votar no participaron en este proceso democrático. Desde el punto de vista de cualquier persona, no sólo del de los trabajadores sociales, este resultado representa un fracaso masivo del compromiso de los individuos con los sistemas políticos que gobiernan sus vidas.
Los trabajadores sociales somos muy conscientes que votar cada cuatro años en la privacidad que puede aportar una cabina, no asegura ni el tipo de democracia, ni las estructuras políticas necesarias para implicar la participación de las personas en los espacios que rigen el futuro de su salud, seguridad, derechos y bienestar. Estos procesos democráticos limitados, carecen del interés y de la capacidad que supone la interacción y el compromiso entre las personas. Votar cada cuatro años sin que exista una mayor implicación es la forma más débil de democracia.
Este concepto tan simple de democracia, sólo pide a las personas que digan sí o no a un futuro político con el que no están comprometidas. Esta falta de interacción conlleva que los individuos queden sujetos a argumentos políticos manipuladores, que les dicen que una raza o que determinados países son las razones de sus desventajas y malestar. La realidad y las consecuencias de este tipo de democracia son la desvinculación, la desilusión y la alienación de las personas de las estructuras con las que necesitan estar involucradas.
Esta alienación se ve agravada por la desigualdad entre el sistema y las personas que buscan justicia por políticas sociales fallidas, y que genera dinámicas que mantienen el status quo en lugar de trabajar conjuntamente para encontrar soluciones transformadoras.
Los trabajadores sociales junto con las personas y las comunidades, hemos sido constantes defensores de la participación activa en la configuración de nuestros entornos, y estamos convencidos que tanto la opresión como las dificultades deben abordarse desde sus causas, desde la raíz, y no sólo desde los síntomas. El papel que tenemos en este proceso es promover la solidaridad dentro de las familias, dentro de los grupos y entre los grupos, para que el desarrollo de sistemas y de estructuras sea inclusivo y respete la dignidad de todas las personas. Es por tanto natural que defendamos el desarrollo de estructuras democráticas activas y participativas, que aboguen por la implicación de las personas en la toma de decisiones.
La FITS promueve el desarrollo de legislaciones en todos los países, para reconocer la importancia de la participación de las comunidades en la construcción de estructuras democráticas reales. Desde una perspectiva de trabajo social, tanto los servicios sociales como los sistemas de bienestar deberían ser plataformas clave para construir la cohesión y la solidaridad de las comunidades, y centrarse en la prevención más que en aliviar los síntomas. Los servicios sociales deberían trabajar para que las comunidades participen activamente y de forma conjunta, en la construcción de sociedades que sean beneficiosas para todos los pueblos. Nuestra contribución en este proceso es usar nuestras habilidades para unir a las personas y facilitar la transformación de recursos a resultados sostenibles y a familias y comunidades autosuficientes y seguras.
La minoría de ciudadanos estadounidenses que votaron a Donald Trump, no refleja una democracia sana ni tampoco una situación aislada. El Brexit, el crecimiento de los partidos políticos polarizados, la intensificación del racismo, la culpabilización de los refugiados, la discriminación por orientación sexual o identidad de género, son consecuencias de acciones políticas basadas en el miedo, y no un verdadero compromiso de personas que escuchan, comprenden y trabajan conjuntamente por una solución mejor.
El desafío de estas versiones limitadas de democracia tiene implicaciones para el trabajo social. Como reacción, seguimos reforzando nuestro enfoque en la promoción de sistemas formales e informales de apoyo comunitario; promovemos la construcción de la solidaridad entre los pueblos y apoyamos las voces de las comunidades; trabajamos con gobiernos que presentan evidencias sobre los beneficios de construir capital social para lograr una sostenibilidad económica y social; y nos unimos a manifestaciones y movimientos que hacen una llamada a la acción para una democracia real y para el reconocimiento de derechos de todos los pueblos.
Decimos juntos: ¡No a la gobernanza para las personas y sí a la gobernanza con las personas!