Por el Dr. Rory Truell, Secretario General, Federación Internacional de Trabajadores Sociales
La protección social debe tratarse de los derechos humanos y de vivir con dignidad. El 73% del mundo vive sin acceso a los sistemas de protección social más amplios (bienestar social), y aún muchos que tienen acceso, con frecuencia experimentan sistemas y estructuras que les roban su poder. Marcar el día mundial del trabajo social con el tema de ‘Promover la dignidad y el valor de las personas’, es hora de repensar lo que significa ‘protección social’ y cómo se puede remodelar para hacer posible la dignidad y el valor de todos.
Los trabajadores sociales trabajan en el corazón de los sistemas de protección social. Para nosotros, un sistema de protección social no es solo una forma de que el gobierno transfiera dinero, un pequeño beneficio para los que no tienen trabajo, acceso a un servicio médico estirado más allá de sus límites o a una escuela. Aunque todo esto es crucial y fundamental para llevar adelante una sociedad de transición exitosa, una comprensión de trabajo social que se base en las experiencias diarias de trabajar con personas en angustia y pobreza nos hace pensar de forma diferente sobre el papel y potencial de los sistemas de protección social.
Para los trabajadores sociales, los puntos de partida son las estructuras familiares y comunitarias, el ‘primer piso’ de cualquier sistema de protección social. Las estructuras de cuidado familiares y comunitarias han hecho posible que la gente sobreviva aun enfrentándose con los desafíos incalculables de la historia, y deben ser reconocidos como la fundación sobre la cual todos los demás aspectos de la protección social deben construirse. Este punto debe enfatizarse porque con mucha frecuencia los sistemas de protección social “avanzados” y las políticas gubernamentales no prestan atención al ‘primer piso’ y sin darse cuenta reemplazan los sistemas de cuidado orgánicos con programas de arriba hacia abajo que con el tiempo les roban a las familias y comunidades del conocimiento y sabiduría intergeneracionales que por tanto tiempo han apoyado su bienestar.
Naturalmente, existen límites en cuanto a lo que las familias y comunidades pueden ofrecer, y muchas estructuras familiares tradicionales que sobreviven en la pobreza (sin acceso ni integración con los sistemas de protección social más amplios y que empoderan) les niegan los derechos y libertades a las mujeres y niñas. Lo importante desde el punto de vista de un practicante de base es que los sistemas de protección social no reemplacen la responsabilidad y funcionamiento orgánico de las familias y comunidades como primeros protectores. En cambio, que los sistemas de protección social proporcionan más que el acceso a una asistencia financiera y médica limitadas, sino que se transforman en una plataforma para hacer que la gente pueda entender y darse cuenta de sus derechos y aprender cómo cambiar democráticamente su entorno para hacerlo mejor.
Los trabajadores sociales no son empleados pasivos en sistemas de protección social. Creemos que la protección social debe ser transformadora, creada a partir de las necesidades profundas y básicas de todas las personas, y la comprensión de los derechos de todas las personas. Con demasiada frecuencia, la protección social ha sido considerada una solución al ‘final de la tubería’; para cuando todo lo demás ha salido mal y los mercados de trabajo y las economías han fallado. Como profesión que aboga por el cambio estructural para satisfacer las necesidades de la gente, vemos el imperativo que representa la ‘protección social transformativa’ para impulsar cambios en todas las dimensiones de la vida. Vemos el potencial de la protección social para traer cambios a la economía, la democracia y a la redistribución de la riqueza.
Se necesita una nueva conceptualización de la protección social, basada en fortalecer la dimensión colectiva. Preservando las relaciones sociales y de sociedad, promocionando la integración social y creando relaciones interpersonales tan armoniosas como sea posible.
Nuestra experiencia es que la gente no quiere estar en las manos de un sistema de cuidados sociales que les robe el poder, que mine a las familias y comunidades socavando sus sistemas orgánicos de ayudarse los unos a los otros. Las personas que usan los servicios sociales y las personas que intentan acceder a ellos quieren justicia: un campo de juegos nivelado e igual oportunidad para tener éxito. Quieren que se escuchen sus voces y tener influencia sobre sus propias vidas.
Los sistemas de protección social como plataformas para la participación, empoderamiento y cambios comunitarios no son irreales. Los recursos existen, tenemos la tecnología, pero lo que falta es el compromiso político. La protección social es asequible incluso en los países más pobres. De hecho, establecer una protección social es una parte necesaria en mover a la gente para sacarla de la pobreza, como lo ha demostrado consistentemente la investigación, que cuando se gasta dinero en protección social, se genera un retorno aún mayor a la economía. La protección social construida sobre la participación comunitaria y los derechos humanos también logrará llegar más allá que la ventaja económica. Conducirá a la sustentabilidad y la seguridad. El momento es ahora, para repensar la protección social con todas las comunidades y los practicantes que trabajan dentro de ellas, para garantizar ‘la dignidad y el valor de todas las personas’.