COVID-19: La lucha, el éxito y la expansión del Trabajo Social: Rory Truell reflexiona sobre la respuesta global de la profesión, al cabo de cinco meses
Prefacio
Normalmente, el cambio en la prestación de servicios sociales toma años. Hay excepciones, donde la dirección política coincide con las aspiraciones de las comunidades y la fuerza de trabajo de los servicios sociales, pero éstas son raras. El recorrido de los últimos cinco meses es nuevo: un cambio a nivel mundial causado por una pandemia, cuya vanguardia continúa liderada por los y las profesionales del Trabajo Social en casi todos los países.
Este breve texto ha sido escrito para iniciar una conversación sobre tales cambios. Se basa en innumerables conversaciones y más de ochenta informes escritos recibidos por la FITS a medida que se fue desarrollando la respuesta del Trabajo Social a la COVID-19.
Éste es sólo el comienzo. La historia de esta respuesta tiene un largo camino por recorrer. Al momento de escribir este artículo, los efectos completos del virus aún no se comprenden completamente en ningún país, y especialmente en países donde los tests no son habituales. Comprender los efectos sociales será un proceso de despliegue gradual. En este momento sin precedentes, sólo podemos entender lo que está sucediendo ahora y hacer conjeturas informadas sobre cómo las familias y las sociedades experimentarán cambios en sus vidas. Sabemos que habrá consecuencias económicas a largo plazo, que sin un cambio en la geopolítica se reducirá significativamente la calidad de vida y el bienestar de la mayoría de la población mundial.
En estos tiempos de incertidumbre, el Trabajo Social aboga firmemente para que los gobiernos prioricen la inversión en las personas, los servicios sociales de salud y educación y la sustentabilidad. Podemos estar seguros de que la profesión estará a la altura de los desafíos que se avecinan, tal como ya lo ha demostrado. Las páginas a continuación describen los intercambios, los aprendizajes y las acciones que se han producido cuando las asociaciones nacionales de la FITS trabajaron juntas rápidamente -mucho más rápido que los gobiernos- para dar forma a las respuestas sociales que han resultado en la salvación de cientos o miles de vidas.
Rory Truell, FITS, Secretario General
18 de mayo de 2020
En febrero y marzo recibí decenas de llamadas a la semana, en cuanto la pandemia fue pasando de un país a otro. Una persona pidió mi consejo: “Rory, una mujer de edad avanzada murió de COVID-19. Su cuerpo está apilado con muchos otros en una iglesia en espera de entierro. Pero su familia no es consciente de esto y quiere saber dónde están sus restos. Estoy seguro de que si les digo, romperán el toque de queda para reclamar el cuerpo “. ¿Qué consejo se debería dar a este trabajador social?
Este fue uno de los muchos dilemas que enfrentaron los y las profesionales del Trabajo Social en Italia durante la crisis de la COVID-19. Los trabajadores y trabajadoras sociales de todo el mundo se han enfrentado a desafíos éticos similares, y constantes, ante la insuficiencia de recursos y el colapso de los sistemas de salud y bienestar.
Trabajar y resolver tales dilemas ha sido una característica fuerte de la respuesta global del Trabajo Social a la crisis. La FITS ha podido mantener una visión general de cómo los trabajadores y trabajadoras sociales en diferentes países han encontrado respuestas. Nuestras redes han alentado el aprendizaje a través de las fronteras nacionales.
Ha habido fases claras en las luchas de los trabajadores y trabajadoras sociales:
- Hacer que los gobiernos reconozcan que una respuesta social es imprescindible;
- Abogar por que los servicios sociales permanezcan abiertos durante la cuarentena;
- Adaptar los servicios sociales a un mundo nuevo: enfrentar dilemas éticos;
- Integrar la práctica transformadora y conservar fluidez en el enfoque.
Lo que ha quedado claro es que este proceso transformador, aunque lejos de ser indoloro, ha visto un nuevo surgimiento de la profesión.
Desde las primeras fases del brote, los trabajadores y trabajadoras sociales sabían que tendrían que presionar mucho para que los gobiernos reconocieran que se necesitaba una respuesta social además de una respuesta médica. Lo habían aprendido de la experiencia previa en todo el mundo con el ébola, el VIH y el SRAS (SARS en inglés), así como con otras epidemias y pandemias. Su tarea fue informada por los primeros reportes enviados a la FITS por la Asociación China de Trabajadores/as Sociales sobre sus primeras acciones, antes de que el virus se diseminara fuera de China.
La Asociación China de Trabajadores/as Sociales pidió protección personal para los y las profesionales del Trabajo Social y desarrolló pautas sobre cómo la profesión podría apoyar a las comunidades durante la crisis y evitar que el virus se propague. Los trabajadores y trabajadoras sociales de China establecieron líneas directas con las poblaciones vulnerables y, cuando fue posible, trabajaron de puerta en puerta en las comunidades, asegurándose de que las personas estuvieran seguras y apoyadas. “Los trabajadores y trabajadoras sociales participan activamente en cada provincia”, escribió el Oficial Internacional de la Asociación China de Trabajadores/as Sociales, Yang Aibing. “Creemos que los esfuerzos de todos son el mayor apoyo para la prevención y para contener la propagación de la epidemia”.
Éste fue el punto de partida de una respuesta global del Trabajo Social a la COVID-19. Se inició una conversación global sobre una nueva expansión del Trabajo Social, realizada a través de informes, seminarios globales masivos vía web y llamados al apoyo y acción. Esto dio como resultado que el sitio web de la FITS se convirtiera en un lugar de colaboración y aprendizajes compartidos, en la medida en que la profesión enfrentaba los desafíos conjuntamente.
A principios de marzo de 2020, la FITS tomó la dolorosa decisión de cancelar sus eventos públicos y conferencias, a pesar de que pocos países hubieran ingresado en una cuarentena oficial. Pero terminar las reuniones cara a cara y pasar a la interacción en línea fue esencial y reflejó la estrategia del Trabajo Social de adaptarse rápidamente a los desafíos. Se tuvo que hacer todo lo posible para evitar que los trabajadores y trabajadoras sociales contrajeran el virus y lo llevaran sin darse cuenta a las comunidades en las que trabajaban. El póster del Día Mundial del Trabajo Social, cuya imagen originalmente mostraba un apretón de manos, fue cambiada por la de dos personas a distancia inclinándose una frente a otra.
Durante marzo, en cuanto el virus se esparció fuera de China, se implementaron cuarentenas en muchos países. Varios gobiernos, inicialmente, consideraron a los servicios sociales como no esenciales, creyendo que sólo se necesitaba una respuesta médica. El Trabajo Social fue rechazado.
Corea del Sur fue uno de los primeros países en seguir el modelo chino de confinamiento y la correspondencia de la Asociación Coreana de Trabajadores/as Sociales del 6 de marzo informó que “los trabajadores y trabajadoras sociales que han estado ayudando a las personas vulnerables se han infectado … lo que resulta en un vacío de servicio … los centros de bienestar de la comunidad están todos cerrados … entonces las gentes vulnerables no son elegibles para el servicio.”
Los trabajadores y trabajadoras sociales en Rumania estuvieron entre los que desafiaron el cierre gubernamental de todos los servicios sociales. La asociación de Trabajo Social presionó exitosamente a los ministros para revocar la decisión. En los días y semanas siguientes, los trabajadores y trabajadoras sociales en muchos países ganaron batallas similares para mantener abiertos los servicios sociales, hasta que finalmente los gobiernos aprendieron unos de otros y esto se convirtió en la norma. Debido a estas luchas, el Trabajo Social y los servicios sociales se volvieron una parte reconocida de muchos servicios esenciales de primera necesidad.
Para el 11 de marzo, el virus se había extendido a 87 países e infectado a más de 100.000 personas y la OMS declaró la COVID-19 como una pandemia. En cuanto la escala global de la crisis se hizo evidente, el Trabajo Social entró en otra fase: la adaptación de los servicios sociales.
Siguiendo la plantilla proporcionada un mes antes por la Asociación China, los y las profesionales del Trabajo Social en países con Internet y servicios telefónicos confiables establecieron líneas directas y contactos de WhatsApp, Zoom y Skype con familias y comunidades, desarrollando nuevos servicios especializados para investigar e intervenir en informes de violencia o abuso intrafamiliares. Fue, y sigue siendo, un período de capacitación significativa para los trabajadores y las trabajadoras y las comunidades.
En algunos países, los resultados fueron extremadamente positivos. Los trabajadores y trabajadoras sociales de Nueva Zelanda informaron: “Nuestros clientes establecidos pueden comunicarse por teléfono en momentos de tensión o cuando tienen preguntas y pueden reflexionar sobre sus problemas mucho más profundamente de lo que habíamos experimentado en entornos más formales o cuando visitamos sus hogares a una hora determinada “.
Sin embargo, en algunos países, hubo desafíos, especialmente en relación con los primeros contactos. Los trabajadores y trabajadoras sociales que siguieron los informes de violencia doméstica dijeron que les resultaba imposible saber si se estaba hablando con la persona en cuestión en privado: ¿había alguien más en la sala escuchando, más allá del alcance de la imagen de Skype?. En situaciones similares con víctimas de violencia y abuso, los trabajadores y trabajadoras sociales a veces tuvieron que convencer a sus empleadores de alquilar habitaciones de hotel para que los y las sobrevivientes se aislaran durante dos semanas antes de unirse a otros y otras en un entorno residencial con contención.
En países con internet limitado y servicios sociales estatales, los trabajadores y trabajadoras sociales utilizaron redes comunitarias para maximizar la seguridad. En Sudáfrica, trabajaron con líderes comunitarios para reforzar los mensajes sobre distanciamiento físico y minimizar el miedo y la culpabilización, por ejemplo, de las minorías culturales.
En Sierra Leona, los trabajadores y trabajadoras sociales recordaron a las comunidades que ya sabían qué hacer en estas circunstancias: después de todo, habían vivido el ébola. Sabían acerca del distanciamiento y la mejora de la higiene. “Los trabajadores y trabajadoras sociales sabían que habría dificultades económicas y que las comunidades estarían aisladas, por lo que tendrían que construir una nueva capacidad local”, dijo George Mansaray, Presidente de la asociación nacional de Trabajo Social. “Les recordamos que necesitaban comenzar a fabricar su propio jabón como lo habían hecho con el Ébola”.
De vuelta en Corea del Sur y Rumania, los y las profesionales del Trabajo Social introdujeron sistemas donde los trabajadores y trabajadoras vivirían en centros con las poblaciones vulnerables a las que apoyaban en lugar de arriesgarse a transportar el virus a través de visitas diarias. Esta práctica se extendió a otros países asiáticos y europeos. Esto, por supuesto, fue un inmenso sacrificio para los trabajadores y trabajadoras involucrados. Dejaron a sus angustiadas familias y priorizaron el cuidado de la sociedad.
Esta adaptación de servicios suscitó dilemas éticos. Debido a la escasez de recursos y de servicios, los trabajadores y trabajadoras sociales a menudo se vieron en la obligación de apoyar a una población vulnerable más que a otra, sabiendo que la comunidad abandonada quedaría en riesgo.
En Australia, los trabajadores y trabajadoras sociales recibieron amenazas de despido por involucrar a ex-usuarios/as de drogas para ayudar a los adictos y adictas sin hogar a encontrar alojamiento, a pesar de que la estrategia había demostrado ser altamente efectiva.
En muchos países, los trabajadores y trabajadoras sociales intentaron ayudar a las poblaciones que tenían más probabilidades de morir de hambre bajo encierro que por el virus en sí mismo. En Sierra Leona, las comunidades rurales se comieron sus bancos de semillas. En Brasil, comunidades enteras no pudieron obtener agua dulce. En tales situaciones, los trabajadores y trabajadoras sociales buscaron exenciones del confinamiento para organizar la distribución de alimentos, agua y otros artículos esenciales. También facilitaron la solidaridad de la comunidad, ayudando a las personas a compartir recursos y producir sus propios elementos esenciales para salvar vidas.
A menudo, ni los trabajadores y trabajadoras sociales ni las comunidades a las que servían estuvieron equipados con barbijos y guantes. En Italia y otros países, este dilema fue resuelto en parte por la recomendación de los y las profesionales del Trabajo Social a las familias y las comunidades de que se hicieran barbijos y se aseguraron de que todos los que entraran en contacto con ellos los utilizaran también.
Para responder a estos desafíos, la FITS estableció sistemas de apoyo regional que permitieran a los trabajadores y trabajadoras desarrollar marcos locales de toma de decisiones que se ajustaran a los estándares internacionales de práctica. Junto a esto, muchas asociaciones nacionales ofrecieron sistemas en línea de apoyo ético y emitieron nuevos protocolos.
Las acontecimientos avanzaron velozmente. Información de Corea del Sur actualizada el 22 de marzo ilustra lo rápido que los servicios habían respondido, desde un punto de inicio del colapso del sistema de bienestar. Los trabajadores y trabajadoras sociales estaban contactando a los clientes con llamadas telefónicas, entregando comidas y ofreciendo asesoramiento cara a cara a los más vulnerables. La Asociación Coreana de Trabajadores/as Sociales también estaba coordinando el apoyo a los y las profesionales del Trabajo Social que padecieran COVID-19 y los efectos psicológicos de trabajar bajo presión, a menudo de forma aislada.
En abril, la FITS recibió varios informes por día de países afectados por la COVID-19, de profesionales del Trabajo Social que compartían desafíos, preocupaciones, soluciones y apoyo. En Nepal, los trabajadores y trabajadoras sociales brindaron asesoramiento socio-psicológico a los clientes por teléfono; en Nigeria, realizaron visitas puerta a puerta para evaluar el bienestar infantil; en Zambia, compilaron una nueva base de datos de voluntarios y voluntarias; en Indonesia, publicaron una nueva guía sobre intervenciones psicosociales.
La FITS y sus estructuras regionales organizaron seminarios web regulares que exploraron formas de avanzar en la reflexión sobre los valores centrales y la misión de la profesión en el actual marco de expansión de sus funciones. Esto, notaron los trabajadores y trabajadoras sociales, fue una fase de transformación social.
A nivel práctico, los trabajadores y trabajadoras sociales de todo el mundo han innovado a un ritmo sin precedentes: establecieron nuevos sistemas para apoyar el acceso de las personas sin hogar al refugio, abrieron líneas de ayuda para abordar los signos de una mayor violencia doméstica, proporcionaron asesoramiento familiar en línea, aseguraron que los y las líderes de la comunidad comprendieran la higiene social … la lista es interminable.
Pero en un nivel más amplio, algo mucho más profundo estaba sucediendo. Los trabajadores y trabajadoras sociales nuevamente proclamaron su papel como defensores y facilitadores de un mundo más justo socialmente. La crisis fue una oportunidad no sólo para que el Trabajo Social se reinventara, sino para que las sociedades también lo hicieran. Esto se reflejó en el llamado a la acción de la FITS a mediados de abril, cuando pidió a los gobiernos y a las Naciones Unidas que desarrollaran un nuevo marco global ético, basado en la igualdad, que detuviera los virus nacidos en contextos de pobreza y cambio climático. Mientras tanto, las asociaciones nacionales pidieron a sus gobiernos que financiaran y apoyaran la expansión y el desarrollo de los servicios sociales.
En el transcurso de unas pocas semanas, la profesión global del Trabajo Social ha encontrado su lugar y lo sostuvo firmemente sobre los valores de la profesión. Ese trabajo duro e innovación continúa, dado que aún continúa la crisis de la COVID-19. Pero las fases de estos primeros meses, a través de la desesperada preocupación por las personas que utilizan los servicios sociales, la lucha por el reconocimiento, la adaptación, la evaluación ética y la práctica transformadora, demuestran una profesión que ha crecido y continúa creciendo para enfrentar los desafíos. La pandemia y sus efectos se sentirán durante muchos años, pero ya está claro que el Trabajo Social se está volviendo fundamental no sólo para reconstruir sino también para transformar nuestro mundo.